¿Cuándo es el día de las histéricas?

Hoy no es día para esto, ¡¡¡no!!!, no es día para lidiar con “una mujer” que se queja, por “cosas de mujeres”, y que las hace porque quiere hacerlas

(¿os re-suena?)


Entonces, ¿cuándo es el día de las histéricas?

Nunca es el momento para explotar, porque nunca se entiende el motivo de la explosión, nunca se sabe desde dónde viene y hacia dónde va. Siempre puede esperar, ya que suelen ser causadas por cosas que pueden esperar, que no tienen mucha importancia, y con lo cual, no se entiende la explosión.

Las explosiones vienen por un cúmulo de explosivos que nos vamos atando al cuerpo en momentos en que no sabemos qué hacer con ellos. Verdad, no sabemos gestionar los explosivos, no sabemos cómo dejarlos pasar cuando nos caen al lado, o cómo soltarlos en el momento adecuado y con la persona adecuada.

No hemos aprendido y justo ahora, ya de mayores, empezamos a conocer cómo se gestionan. Vamos a cursos gestalticos, nos hacemos el eneagrama, vamos a biodescodificarnos y meditamos (a veces, sólo a veces). Y claro, hemos de des-aprender, des-colonizarnos, post-humanizarnos y re-codificarnos para llegar a una mayor armonía.

Mientras tanto, vivimos con muchas taras, con muchos pesos. Pasamos de un extremo a otro de nuestras neurosis. Y sentimos que la neurosis histérica de las mujeres no es muy acogida (las de otros sí, porque también las tienen). Se denigra más que otras, y ha llegado el momento de darle su lugar. Por eso, desde aquí, queremos hacer un llamamiento al acogimiento de las histéricas. A que se le dé lugar a esa histeria, se acompañe y se reconozca, porque dentro de la histeria, y de la histérica, hay muchas verdades vivenciadas.

En cada cartucho de explosivo hay muchas horas fregando los platos, muchos cuidados a familiares, amigas/os, conocidos, muchos techos de cristal y muchas groserías dichas por la calle. ¡Ya!, ¡que sí!,  que si estamos en paz con nosotras mismas, en nuestro centro, esto no nos alcanza. Claro que no, y mientras llegamos a ese punto, ¡¡¿qué?!! Por qué al histerismo no se le hace caso, no se le escucha, no se lo abraza. Quizás si lo abrazamos una vez, lo reconocemos y vemos de dónde viene y a dónde va, ya no aparezca más. O si…

Sea como fuere, es hora de darle cabida a las histéricas. A esas que explotan en el momento menos esperado, con la cosa más pequeña, y cuyo drama se expande en todo su ser, en todas sus células. En este momento, hemos de hablarles, reconocerlas, gritar con ellas, llorar con ellas, abrazarlas, y finalmente reír a carcajadas tras superar la fase histérica.

 

L´Antonia

¡Queremos escucharte!