Capítulo 2. La gente te felicita. Tú solo quieres salir corriendo

Sección-Diario Me llevo todo el día embarazada

Miles de preguntas pasan por mi cabeza: ¿Por qué?, ¿Qué me pasa?,  ¿Por qué lloro? Me la paso acostada en sofá, tapada hasta el cuello, estoy muy cansada y no quiero otra cosa que dormir.

La tarde pasa sin ningún síntoma de mejoría: tengo ganas de desaparecer, no quiero que me crezca la barriga, no puedo ni pensar en un bebé y mucho menos puedo convencerme de que lo que me está ocurriendo -tarde o temprano-me hará feliz… ¡quiero morirme de la desesperación!

Un dolor de barriga es el que prácticamente me despierta por las mañanas. “A ver qué me depara hoy el día. Por favor que no sea como el día de ayer”.  Es un pozo sin salida y no me trae nada bueno, sólo un terrible dolor de cabeza.

Recuerdo que nos vamos a una calita llamada la calita del pato. Se llama así, porque cuando la marea sube hay una roca que parece un pato. Todo todo esto me lo va contando L (mi pareja) mientras vamos hacia ella. “Oh ¡qué bonita, qué de rocas, y cómo rompen las olas en ellas! ¡Qué sonido tan relajante!».

Tras hacernos varias fotos nos sentamos en una gran roca, frente al mar, no hace mucha calor, y la sensación es de libertad, bienestar, tranquilidad… Charlamos, claro está de la nueva situación: yo en ningún momento oculto mis pensamientos a L, soy muy sincera y jamás podría decirle que estoy feliz con el embarazo cuando no lo estoy .

L me dice que es normal puesto que nunca me ha gustado la idea de ser madre pero que, por otra parte, nunca le he demostrado una negación total sobre el tema, y que él pensaba que sí me haría ilusión tenerlx con él. Que él si estaba ilusionado y también asustado, que me diera tiempo, que poco a poco el me ayudaría a ilusionarme y que no pensara en nada más de lo que pasase ese día. Que todo llegaría.

Tras unas horas de charla, noto que mi cuerpo está tranquilo y mi mente despejada.

Terminamos la visita dándonos un baño y luego un delicioso dulce con descafeinado y quedamos con lxs amigxs.

Una vez allí, poco a poco van llegando y, con ellxs, sus felicitaciones por la buena nueva. De nuevo mi cuerpo empieza a ponerse nervioso, cada felicitación me agujerea  el estómago. ¡Qué me pasa!, estoy como en un sueño, todo el mundo me habla y pregunta y yo estoy como ida, sonrío pero son mis nervios porque en realidad, por dentro, tengo ganas de salir corriendo de allí y salir a la calle y fumar y no sentirme todo el día embarazada.

“Calma, me digo”, me relajo e intento mantener  cualquier conversación que me haga olvidar todo lo que ocurre.

embarazada2

 Querido viernes, “¡¡que harás conmigo hoy!!”. Ya, directamente, antes de poner un pie en el suelo, estoy llorando, el pecho encogido y sin ánimos de parar. Pobre L… Está un poco ilusionado y al final se lo voy a quitar yo.

Santa paciencia y arte para ver el día de otra manera. Él no sabe todo lo que me anima y, si no fuera por él, seguramente no pondría un pie en el suelo ni me levantaría.

Hoy barbacoa, vamos con mi familia. “Uff, me agobio”. No me apetece, me asfixio sólo de pensar en el mono-tema EMBARAZO. Cómo voy a disimular lo que siento y, por otro lado, si no lo disimulo, cómo decirle a esta gente que no estoy feliz, que no quiero estar embarazada y que desde que me enteré soy un fantasma que no tiene fuerzas ni para asustar.

Esto es muy malo, no sé por qué me pasa esto, por qué estoy tan negada a esta nueva etapa. Es como si el quedarme embarazada me hubiese convencido de que no quiero ser madre, que me he equivocado, que he cometido el error más grande de mi vida porque ya lo estoy y moralmente no hay marcha atrás.

Me pregunto, por qué no estaba tan convencida antes de quedarme, por qué ahora tanta claridad en saber que no quiero ser madre… no encuentro respuesta.

Nunca me sentí tan mal. Intento relajarme porque también pienso que este estado de nervios no le sentará bien al guisante que debo tener en mi ovario. Por y porque en breve viene mi hermana a casa y la verdad no quiero entristecerles con mi estado. Pienso que ellas esperan una celebración y me da pena estropeársela.

Pero nada mas abrirles la puerta mis ojos estallan a lagrimas con tal desesperación que me avergüenzo de mi comportamiento. “Qué te pasa”, me abrazan y me dicen “tú llora”. Esas palabras me hacen llorar con tranquilidad, sin pensar en nada más que desahogarme.  Ya pasado unos segundos, comenzamos a charlar tranquilamente, sus consejos o la claridad con la que hablan me sirve al menos para mantener un poco la calma. Hoy soy un mar de lágrimas. ¡Qué tristeza! Mi cuerpo encogido como si alguien muy queridx de la familia se hubiese ido para siempre.

Nos dirigimos a la barbacoa. Una vez allí, nos disponemos a preparar todo para llevarnos algo al estómago. No me apetece nada, sólo me pide el cuerpo aceitunas.

La verdad es que me sentí a gusto en el sentido de ser clara, hablar sobre lo que sentía y que nadie se pusiese las manos en la cabeza. Parece que todxs me comprenden, me aconsejan y eso hace que no lo vea tan horrible como yo sí siento que es. La verdad es que estamos poco tiempo, no había mucho ánimo de fiesta, la verdad.

Ya en casa me pongo mi pijama largo y por fin, voy a cerrar mis ojos y no voy a pensar en nada. Lo peor es que esto dura tan sólo 8 horas. Quisiera que durase tanto que cuando me despertara nada de lo que ha pasado estuviese en mi mente.

 CONTINUARÁ…

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Que el fútbol no tiener rival no es noticia. El problema es que un persona sea más importante que 30.000 gritando. El Tren de la Libertad no tuvo la repercusión que merecía. Los medios de comunicación tradicionales vuelven a demostrar que van por su cuenta y que de servicio social tienen poco. tren de la libertad